En EE UU, compañías petroleras de tamaño medio comenzaron en los años ochenta a trabajar en la extracción de gas de lo que los geólogos llaman roca madre, la fuente de la que fluían el petróleo y el gas de los pozos tradicionales. Su éxito ha sido tal que las grandes empresas del sector, de Exxon a BP, pasando por ENI, Shell o Statoil han invertido 44.000 millones de euros en apenas dos años para entrar en el negocio, según los datos que maneja Gas Natural Fenosa. Lo han hecho con acuerdos y compras a compañías más modestas como Chesapeake, Exco, XTO Energy, Atlas o Duvenay, que apostaron por la explotación del nuevo gas y se hicieron con los derechos de explotación en millones de acres. Toda una "Revolución silenciosa" como lo llaman algunos para describir lo que está pasando en el negocio del gas.
El gas no convencional -en realidad gases, porque se denominan de forma diversa según el lugar de la extracción- puede encontrarse en amplias zonas de EE UU, Europa, Asia y Australia. En general coinciden con yacimientos de petróleo, formaciones de pizarra, minas de carbón y áreas arcillosas. En la lotería geológica, el premio, en forma de nuevo gas "no convencional" parece haberle correspondido, en Europa, a Polonia, Suecia, Alemania, Hungría, Austria y posiblemente Francia.
Se denomina no convencional porque se extrae de donde antes no se podía, con tecnología que no existía y con costes que ya permiten obtener beneficios a las empresas. La denominación "no convencional" engloba al denominado shale gas (gas de esquisto), el tight gas (gas extraído de arenas compactas) y el coal bed methane (metano del manto de carbón).
El éxito de la explotación de estas reservas depende de, al menos, "un triángulo del que forman parte los costes, las características geológicas de la zona y la fiscalidad". Hay que tener en cuenta, además, que exprimir la roca madre es una ardua tarea: hay que hacer muchos pozos que, aunque inicialmente -en semanas- producen mucho, luego dan un caudal escaso. Aunque bien puede durar décadas.
¿Estamos ante una estrella emergente en el mundo de la energía, o ante un espejismo que nos puede retrasar de nuestro camino hacia el desarrollo de energía limpias y renunciar en unos años a los combustibles fósiles y a los gases de efecto inervadero?
Fuente: Santiago Carcar, EL PAIS
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