La energía solar se afianza como la alternativa para suministrar luz a los hogares del medio rural de Camboya, país en el que los más pobres consideran que es casi un lujo tener electricidad. En los albores del siglo XXI, numerosas aldeas del país indochino comienzan a experimentar las ventajas de la energía eléctrica, gracias a los paneles solares que distribuyen varias organizaciones no gubernamentales para paliar la falta de recursos para mejorar y extender la obsoleta red eléctrica.
La danesa Picosol es una de esas organizaciones que está donando paneles solares para su instalación en lugares públicos como pagodas o escuelas, centros sanitarios y en comunidades alejadas de los principales núcleos de población. Cerca del 80 por ciento de la población camboyana carece de acceso a la red eléctrica y para disponer de energía utiliza baterías o generadores, más caros y contaminantes. Esto hace que el precio de la luz se dispare desde los 0,25 dólares por kilowatio que cuesta en las urbes, hasta los 0,80 dólares en el medio rural.
"Ahora somos la envidia. Todo el mundo quiere un panel como el nuestro", asegura Yey Pok, una monja budistas que vive en una pagoda, mientras le da a los interruptores para enseñar cómo se encienden y apagan las luces. Un panel cuesta entre 550 y 800 dólares, suma que representa una notable inversión en este país donde el 30 por ciento de la población vive con menos de un dólar al día. Pero gracias a esa batería, las casas se llenan de pequeños aparatos eléctricos, como ventiladores o el codiciado teléfono móvil.
En definitiva, que como sabemos le electricidad es uno de los factores críticos para el desarollo. Con un pequeño gesto y una tecnología asequible, las energías renovables on una oportunidad para el desarrollo en muchas comunidades.
Fuente. EFE
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