14 de julio de 2011

Energías renovables y mitigación del cambio climático

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Cuando fueron evidentes los riesgos del cambio climático mundial, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) crearon el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en 1988. Su función, analizar, de forma exhaustiva, objetiva, abierta y transparente, la información científica, técnica y socio-económica relevante para entender los elementos científicos del riesgo que supone el cambio climático provocado por las actividades humanas, sus posibles repercusiones y las posibilidades de adaptación y atenuación del mismo. 

Hace unas semanas, el IPCC ha publicado un informe especial sobre fuentes de energía renovable y mitigación del cambio climático (SRREN, por sus siglas en inglés). En esta ocasión el IPCC presenta una evaluación de los aspectos científicos, tecnológicos, ambientales, económicos y sociales de la contribución de seis fuentes de energía renovable a la mitigación del cambio climático. 

Las fuentes evaluadas han sido la bioenergía, energía solar directa, energía geotérmica, hidroenergía, energía del océano y energía eólica. Estas se aprovechan en la actualidad para la generación de energía eléctrica, térmica y/o mecánica, sea de modo descentralizado o al interior de grandes redes de energía. La importancia de este informe radica en que la demanda por energía para sostener el desarrollo económico, social y humano continúa creciendo. Y, como es conocido, la provisión de energía, especialmente la proveniente del consumo de combustibles fósiles, constituye la principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de origen antropogénico. 

En este escenario, además de la eficiencia energética, las energías renovables asoman como una de las mejores e inmediatas alternativas para reducir emisiones GEI en el sistema energético mundial.Según el IPCC, las energías renovables representaron en el 2008 el 12.9% de la provisión de energía primaria a nivel mundial (biomasa 10.2%, hidroenergía 2.3%, energía eólica 0.2%, energía solar directa 0.1%, energía geotérmica 0.1%, y energía del océano 0.002%) en tanto que la energía nuclear llegó al 2.0% y los combustibles fósiles el 85.1% (petróleo 34.6%, carbón 28.4% y gas 22.1%). 

A pesar de la crisis financiera internacional del 2009, la capacidad instalada para el uso de energías renovables ha mantenido un importante crecimiento. Como parte del estudio realizado, el IPCC ha revisado 164 escenarios globales provenientes de 16 modelos integrados a gran escala, los cuales indican que el crecimiento del uso de energías renovables será generalizado en todo el mundo. Si bien no habría una sola tecnología dominante de energías renovables a nivel mundial, se prevé que la energía de la biomasa, la energía eólica y la energía solar directa constituyan la mayor contribución de tecnologías de energías renovables en el sistema energético hacia el 2050.

El IPCC advierte que si la implementación de las energías renovables es limitada, los costos de mitigación de GEI se incrementarían y no se lograría estabilizar los GEI en concentraciones bajas. Una transición a una economía baja en emisiones de GEI requeriría, entonces, incrementar las inversiones en tecnologías e infraestructuras de energías renovables. Para ello, el IPCC destaca una serie de políticas gubernamentales que han permitido acelerar la implementación de tecnologías de energías renovables, tales como regulaciones (tarifas fijas, cuotas, acceso prioritario a redes, normativas de construcción, mezclas obligatorias de biocombustibles, criterios de sostenibilidad bioenergética), incentivos fiscales (políticas fiscales, pagos directos del gobierno como descuentos y donaciones) y mecanismos de financiamiento público (préstamos o garantías). Estas políticas podrían implementarse a nivel local, provincial/estatal o nacional.

El IPCC, además, al señalar que las inversiones públicas en investigación y desarrollo en tecnologías de energías renovables son mucho más efectivas cuando son complementadas por otros instrumentos de políticas, especialmente por políticas de implementación que promuevan la demanda por estas nuevas tecnologías. A tener en cuenta por los diseñadores de políticas. Aún estamos a tiempo.

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