Todos sabemos que el futuro del planeta está en peligro si no hacemos una transición más o menos rápida hacia una economía baja en carbono, pero pocos están dispuestos a hacer sacrificios. Una tras otras las Cumbres del Clima de Copenhaguen, Mionterrey o Durban han chocado contra el muro de los intereses económicos de grande potencias como los EE.UU o China. La UE, abanderada de la descarbonización, no ha conseguido liderar un nuevo modelo de crecimiento a pesar de sus denodados intentos.
La excusa, la crisis económica. Un buen aliado que ha venido a socorrer a los que quieren seguir con el "Business as usual" tanto afuera como dentro de la UE. Y es que la reducción de emisiones se intuye el motivo de una próxima guerra comercial o por lo menos de serios problemas entre los antaño bien avenidos socios comerciales.
Hace unos días, los Ministros de Medio Ambiente de la UE veían como algunos países con Polonia a la cabeza, bloqueban un aumento de la reducción de emisiones de la UE hasta el 25% para el año 2020. Hoy vuelven a sonar tambores de guerra comercial entre la UE y China por la obligatoriedad de pagar por las emisiones de CO2 de las compañías aéreas que operan en la UE. Las represalias ya han empezado, y China ya ha cancelado varios pedidos al gigante europeo Airbus.
Así pues, del proteccionismo tradicional transitamos a nuevos enfrentamientos comerciales derivados de la reducción de emisiones que parece ser la nueva frontera en las relaciones comerciales. Una "guerra justa" en la que la UE tiene la razón y la legitimidad moral, pero de la que no estoy seguro pueda salir indemne, ya que los enemigos no están solo más allá de nuestras fronteras, también los tenemos en nuestra propia casa.
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